Muchas veces se ha hablado de personas que han sido enviadas por Dios para dar un mensaje a los seres humanos, a fin de que puedan encontrar el camino más recto hasta El. En la historia de la Humanidad se han registrado muchos, son individuos que han fundado religiones y filosofías de vida, algunas de ellas vigentes a través de los tiempos. Uno de los últimos ha sido Paramahansa Yogananda, personaje que ha intentado unir las religiones y filosofías orientales y las occidentales.
Su vida estuvo dedicada en cuerpo y alma a su trabajo espiritual, dedicándose en todo momento a la práctica del Yoga, como vía de elevación y encuentro del camino con la Divinidad, la Madre Cósmica. Su camino siempre fue ayudar a los demás, mediante el amor, que rebosaba de él en todo momento.
Nació el 5 de enero de 1893 en Gorakhpur, India, cerca de los Himalayas. A los 21 años recibió el título de Bachiller, pero su dedicación se dirigía hacia los libros de texto con ideas filosóficas y religiosas, pues sabía ya que su verdadera vocación era la de realizar a Dios en su interior.
En 1914 entró en la orden de los Swamis, por mediación de su gurú Sri Yukteswar, recibiendo el nombre de YOGANANDA (buenaventura a través del Yoga).
En 1935, su gurú le llamó un año antes de su muerte para concederle el título de Swami Yoganadaji hasta esos momentos, para llamarse PARAMAHANSA (Cisne Supremo), y sólo se le otorga a los que han mostrado la irrevocable unión con Dios, es decir, el estado inmutable, que a él se le entregó después de 15 años de labor espiritual.
En agosto de 1936 dejó la India y ya no regresó más. Aunque en algunas ocasiones su deseo manifiesto fue el de poder vagar por el Ganges o los Himalayas, en meditación con el Amado Cósmico, debido a las indicaciones de su gurú Sri Yuteswar (que hizo el mahasamadi el 9-3-1936), tuvo que diseminar en Occidente las enseñanzas del Yoga de la India.
Comenzó su labor en Occidente en 1920 y ya no la abandonó hasta su mahasamadhi, que aconteció el 7 de marzo de 1952.
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