wallpaper-1169691

Cuando estás iluminado, hay una relación que dejas de tener: la relación contigo mismo. Una vez que has renunciado a ella, todas las demás relaciones serán relaciones de amor.

RENUNCIA A LA RELACIÓN CONTIGO MISMO

Iluminado o no, sigues siendo un hombre o una mujer, de modo que en lo relativo a tu identidad en la forma sigues estando incompleto. Eres la mitad de un todo. Esta falta de totalidad se siente como atracción hombre-mujer, el tirón hacia la energía de la polaridad opuesta, por muy consciente que seas. Pero, en el estado de conexión interna, sientes ese tirón en la superficie o en la periferia de tu vida. Esto no significa que no te relaciones profundamente con los demás o con tu pareja. De hecho, sólo puedes relacionarte profundamente si eres consciente de Ser. Viniendo del Ser, eres capaz de concentrar la atención más allá del velo de la forma. En el Ser, hombre y mujer son uno.

Puede que tu forma siga teniendo ciertas necesidades, pero el Ser no tiene ninguna. Ya es completo y total. Si esas necesidades se satisfacen, es muy hermoso, pero no supone ninguna diferencia para tu estado interno profundo. Por eso es perfectamente posible que una persona iluminada, si no satisface la necesidad de una polaridad masculina o femenina, sienta que le falta algo o que está incompleta en el nivel externo de su ser, y al mismo tiempo puede estar totalmente completa, satisfecha y en paz por dentro. Si no puedes sentirte a gusto cuando estás solo, buscarás una relación para remediar tu inquietud. Puedes estar seguro de que la incomodidad reaparecerá bajo otra forma dentro de la relación, y probablemente pensarás que tu pareja es responsable de ello.

LO ÚNICO QUE TIENES QUE HACER ES ACEPTAR PLENAMENTE ESTE MOMENTO.

Entonces puedes estar cómodo en el aquí y ahora, y a gusto contigo mismo. Pero ¿necesitas tener una relación contigo mismo? ¿Por qué no puedes simplemente ser tú mismo? Para tener una relación contigo mismo te divides en dos: «yo» y «mí mismo», sujeto y objeto. Esta dualidad mental es la causa fundamental de toda la complejidad innecesaria, de todos los problemas y conflictos de tu vida. En el estado de iluminación, tú eres tú mismo: «tú» y «tú mismo» se funden en uno. No te juzgas, ni sientes pena por ti, ni te sientes orgulloso de ti, ni te quieres, ni te odias, etc. La división causada por la conciencia autorreflexiva queda sanada, la maldición desaparece. Ya no hay un «yo» que tengas que proteger, defender o alimentar.

Cuando estás iluminado, hay una relación que dejas de tener: la relación contigo mismo. Una vez que has renunciado a ella, todas las demás relaciones serán relaciones de amor.

Eckhart Tolle

Cuando te rindes a lo que es

y estás plenamente presente, el pasado ya no tiene ningún poder.

Entonces se abre el reino del Ser,

que había quedado oscurecido por la mente.

De repente, surge una gran quietud dentro de ti,

la sensación de una paz insondable.

Y en esa paz hay una gran alegría.

Y dentro de esa alegría hay amor.

Y en su núcleo más interno está lo sagrado,

lo inconmensurable, Eso que no puede ser nombrado.

LAS DISTINTAS CARAS DEL AMOR

Deseo que puedas ser encontrado por la persona adecuada que, seguramente, te está buscando en algún punto de este ignoto universo. Hay alguien para cada uno en este misterioso laberinto en el que a menudo nos perdemos y nos desorientamos. Sólo basta que seas encontrado. Lo que está destinado a tu vida ciertamente te está buscando. Tal vez sólo sea cuestión de tiempo.

El tiempo y la vida seguramente te lo revelarán a su debido momento. No te quedará duda en tu corazón; sin embargo, tu actitud tiene que ser esperanzadamente activa, dinámicamente dispuesta, hondamente receptiva.

Si bien hay alguien que en este vasto mundo, tal vez aún sin saberlo, que intenta dar con tu nombre; sólo habrá encuentro si de tu parte hay apertura para ello. Sólo nos encuentran, si queremos ser encontrados.

El tiempo y la vida no te dicen si tenés que seguir esperando. Sos vos quién se lo tenés que decir a ellos. Vos sos el que decidís. No somos marionetas, ni víctimas del tiempo y de la vida. Somos protagonistas y hacedores. Hay mucho que depende de vos. Este hoy tiene una esperanza posible, basta que te dispongas para recibirla. Lo que está destinado para tu vida no hay que buscarlo, simplemente, llegará en el tiempo oportuno. Si hay algo o alguien que esté destinado para vos, no hay nada ni nadie, que pueda impedir que lleguen a tu vida. Todo lo que es para vos se encontrará con vos. De eso depende tu misión en el mundo y tu realización. Nada de lo importante hay que buscarlo: si es para vos, está llegando; ya te está encontrando…

¡Vamos por tantos lados!, tal vez hemos pasado cerca del amor o el amor ha pasado cerca de nosotros. Quizás lo conocemos, quizás no. Puede ser que esté a nuestro lado o del otro lado del mundo. Tal vez por las calles que transitamos, en la esquina en la que siempre nos paramos, en la escalera por la subimos y bajamos. Uno se pregunta, ¿cómo sería encontrarme con el amor? De algo podemos estar seguro: Muy posiblemente no sea como nosotros lo hemos imaginado.

Eduardo Casas

Acompañame a estar solo letra – Ricardo Arjona

Dejarnos encontrar

Hay momentos en que el amor busca un destino. Otras veces, el destino busca un amor. La búsqueda y el encuentro del amor tienen nombres propios. También el desencuentro del amor y su propio exilio tienen nombres propios. A veces el amor es un destierro. Nos promete la felicidad, la cual siempre pareciera infiel. Aparece y desaparece. Nunca permanece. Sin embargo, el amor se reviste de variadas formas de felicidad. Acaso todas esas formas pueden reducirse a una sola. La más simple y esencial.

Al amor y a la felicidad no hay que buscarlos. Sólo hay que encontrarlos. Los caminos convergen sin casualidades, ni fatalidades. Uno se encuentra con aquellas personas con las cuales está designado a encontrarse. A la vez, cada persona nos permite encontrarnos más auténticamente con nosotros mismos, somos como un espejo y su reflejo. El hechizo que produce el encantamiento de nuestra propia imagen se rompe cuando nuestra mirada puede reflejarse en la de otro. Cada espejo nos devuelve una desnudez. Hay que atreverse a compartir la mirada de ese espejo. Si el otro nos recibe tal cual somos, no hay nada que temer. En ese espejo, hay similitudes que engendran amores y hay amores que engendran similitudes. Los que se aman, aunque sean distintos, en algunas cosas se parecen o -al menos- la comparten.

Todos nos merecemos el amor que está destinado para nosotros. Sólo ése, los otros son meramente ensayos. A menudo amamos de una forma en la que no encontramos a quien amar. Como si inconscientemente invalidáramos nuestra posibilidad de amor, la negáramos, aunque conscientemente la buscamos. Hay un proverbio anónimo que dice: “El amor es como una mariposa. Mientras más lo persigues, más te evade. Si lo dejas volar, regresará cuando menos lo esperes”.

Para cada persona, hay otra con un don especial para compartir. Basta que misteriosamente se entrecrucen los caminos y las libertades provocando el recíproco encuentro. No hay que buscar afanosamente. La actitud más sabia es dejarse encontrar. Lo más importante de la vida viene dado. Las realidades más profundas son siempre «gratuitas», inmerecidas. No se adquieren, ni se prestan, ni se compran, ni se venden. Sólo se pueden recibir, aceptar y disfrutar. A menudo queremos ser encontrados por alguien que nos haga sentir único, irrepetible, original e inédito en este universo y que nos regale la certeza de que hay un destino de amor (cualquiera sea la forma que este amor tenga) para nosotros.

El amor tiene su propia “lógica” y arma caprichosas leyes entretejidas por el encuentro y desencuentro de las libertades humanas. Tal vez sólo haya que estar receptivo. El amor posee muchas maneras, harto misteriosas, de llegar y presentarse. Hay una que fue pensada y que está hecha para cada uno. Si después de mucho buscar no lo encontramos, lo que nos queda es esperar que el amor nos encuentre a nosotros.

Sólo tenemos que dejarnos encontrar. No es preciso buscar más. Viene a nuestro encuentro a su debido tiempo. No necesariamente cuando nosotros lo deseamos o lo que queremos sino cuando es el tiempo oportuno y previsto. Hay que sostener esta convicción: El amor nos está viniendo a buscar. Nos está encontrando aunque sea de a poco y lentamente. Nos busca cada vez que nos encuentra. Nos encuentra cada vez que nos busca. Hay cosas que no se eligen. Somos elegidos, eligiendo. Las coincidencias y las casualidades no existen: ni para los hechos, ni para las personas. Todo lo que está destinado, se encuentra. Ni hay que buscarlo: adviene.

Existe un “principio de sincronicidad” en el entrecruzamiento providencial de todos los acontecimientos y relaciones. Una maravillosa “providencia de los vínculos” que hace que las personas nos encontremos incluso en los entramados y urdimbres más complejos de la vida. Ese tejido está hecho con los múltiples hilos de otras existencias. Hay amores que nos encuentran en el momento menos sospechado. A nosotros nos puede parecer inoportuno. Sin embargo, el amor se ha presentado a la cita en su justo horario. Y cuando ya gozamos de él, incluso no deseando nada nuevo de lo que ya se ha dado, sin embargo, siempre lo esperamos de nuevo.

A veces no buscamos el amor. A menudo buscamos sólo la pasión. Aunque también es cierto que a veces la pasión nos puede hacer conocer el amor. Cuando dos corazones se hacen uno, podemos ver el corazón de ambos. Y sólo cuando dejamos de buscar la mera pasión, empezamos a buscar -entre los amores- al amor. Tenemos un corazón con un amor que espera todos los amores sólo para que alguno le sea posible. Lo mejor del amor es que sea posible. Lo mejor es que nos pase, que nos ocurra, que exista también para nosotros. Y así, caemos en la cuenta, que a pesar de los pocos o muchos que hayamos tenido, tenemos un solo amor en la vida. Los otros son solo repeticiones. No hay más que uno. A veces no sabemos cuál es y lo perdemos. A veces lo sabemos pero no es recíproco. Otras veces, parece que fuera perfecto y al final resulta el más duro y el más difícil. Pero cuando llega, si es “ése” el amor que esperábamos; no hay que perdérselo, no hay que dejarlo que pase. Es posible que el amor tenga memoria para un solo recorrido. Es posible que sólo pase muy pocas veces. A algunos, sólo una vez. Hay que estar atento. A veces está ahí, irrumpe y aparece, transformándolo todo.

LAS DISTINTAS CARAS DEL AMOR

Eduardo Casas

Avatar de DelBuddha

Published by

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Descubre más desde El Silencio del Buddha

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo